Deshoras
Aún en la penumbra que mencionan cuando alguien no está, tú sigues a deshoras a mi lado, harta y fatigada cortada a la mitad, sin aliento. Te recuestas de lado mientras un pedazo nato de luna se escabulle hacia mi cara, y yo te veo tan lejos, de espaldas triste y sin ánimo, como un vagabundo recordando su memoria extraviada. El frío ha caído.
A deshoras él sigue aquí a tu lado y al mío. Igual ha pasado un día o ha venido un siglo o un sitio sin luz, sombrío. (El reloj que todo lo ve, es insípido y nada divertido).
Hemos de aprender a contar los tiempos como los abuelos contaban algo falso a sus nietos. Uno a uno, tiempo a tiempo a su tiempo, todo esto se ha ido sepultando en su recuerdo. No saben los recuerdos si es hora de irse o de contar otro tierno cuento.
Hemos también de acabar nosotros nuestros días, aquí sembrados sin viento, a deshoras, encerrados entre nosotros mismos, contando cada beso que pase y dándonos cada minuto, cada día como vino añejo.
Las horas llegaron. Te digo levantémonos y tú sales de una caja de nada harta, cansada, sin dueño, y te vas sin ojos sin mirar nada, sin decir ni escuchar lo que yo quiero.
Mientras sigue pasando lento el ruido en los árboles que no nos miran, en las frases que quedan colgando del vacío y en la boca de los mudos que a veces somos, me quedo solo contigo.
A deshoras, me quedo debajo de tus cabellos, dormido.
Por: Klempay